EL DIOS QUE YO CONOZCO

38.07. APOCALIPSIS - Tema - I

Desde su mismo comienzo (cap. 1: 1) este libro se anuncia como un apocalipsis o revelación, como un descorrer del velo de los misterios del futuro, que culminan con el triunfo de Jesucristo.

Los escritos apocalípticos habían descollado entre la literatura religiosa judía durante más de dos siglos. En verdad, el primer apocalipsis que se conoce -el libro de Daniel-, apareció en el tiempo del cautiverio babilónico en el siglo VI a. C.

Mediante las guerras de los Macabeos, cuando los judíos recobraron su independencia política 400 años más tarde, crecieron las esperanzas mesiánicas que se enfocaban en el anhelado nuevo reino judío, y apareció un conjunto de literatura apocalíptica que seguía en mayor o menor grado la forma literaria y los símbolos de Daniel.

En el siguiente siglo, cuando la conquista romana deshizo las esperanzas de los judíos de que hubiera un reino mesiánico mediante los asmoneos, las expectativas mesiánicas llegaron a ser aún más intensas al anticipar los judíos a un mesías que venciera a los romanos. Durante el siglo 1 a. C. y el siglo 1 d. C., tales esperanzas continuaron siendo un incentivo para que hubiera más obras apocalípticas. Ver Antigua literatura judía en El Texto Bíblico AT.

Por lo tanto, no hay por qué sorprenderse de que en el NT, escrito mayormente -si no del todo- por judíos y para una iglesia que era mayormente judía en su fondo religioso, Dios colocara un libro de carácter apocalíptico que expone el punto de vista cristiano de los sucesos que llevarían hasta el introducimiento del reino mesiánico. En sus mensajes a los hombres por medio de los profetas, Dios expresa su voluntad en lenguaje humano y en formas literarias con las cuales estaba familiarizada la gente a quien se dirigieron originalmente sus mensajes.

Aunque apocalipsis es en verdad profecía, difiere de otras profecías bíblicas (como las de Isaías, Jeremías, Ezequiel y los profetas menores) en varios aspectos importantes, y estos rasgos distintivos son las características de la literatura apocalíptica. Entre esas características distintivas sobresalen las siguientes:

1. El alcance cósmico de lo apocalíptico. Mientras que la mayoría de las profecías se refieren a los problemas nacionales e internacionales que giran entorno de la historia de Israel y el glorioso futuro que pudo haber sido suyo (ver "El Papel de Israel en la Profecía del Antiguo Testamento" en Los Profetas y las Profecías), lo apocalíptico desempeña su papel en el escenario mayor del universo, y tiene como tema central el gran conflicto entre Dios y Cristo contra Satanás y viceversa.

2. La base de lo apocalíptico en visiones y sueños. El escritor apocalíptico registra los sueños y visiones que recibió mientras estaba "en el Espíritu" (cap. 1: 10. A menudo es arrebatado y llevado a lugares distantes donde contempla escenas de majestad y grandeza que sobrepujan toda descripción que pueda hacerse en lenguaje humano, y allí conversa con ángeles. Aunque también se registran estas experiencias repetidas veces en los otros profetas, son particularmente características de los escritores apocalípticos; en realidad, forman virtualmente todo el contenido de las secciones apocalípticas de Daniel y del Apocalipsis.

3. El uso de alegorías en lo apocalíptico. En términos generales, en la profecía los símbolos son lecciones objetivas concretas de la vida diaria; por ejemplo, el alfarero y la arcilla (Jeremías 18: 1-10), el yugo (Jeremías 27: 2) y el adobe (Ezequiel 4: 1-2). Por otra parte, en la profecía apocalíptica los símbolos empleados son casi siempre seres que nunca se ven en la vida real, como bestias policéfalas, ángeles que vuelan en el cielo y animales que hablan y obran con inteligencia. Los lapsos proféticos, aunque raros en las profecías comunes, se dan generalmente allí en años literales (Jeremías 29: 10), mientras que en Daniel y el Apocalipsis aparecen lapsos proféticos repetidas veces y generalmente deben entenderse de acuerdo con el principio de día por año.

4. La forma literaria de lo apocalíptico. Muchas de las profecías están en forma poética, mientras que la profecía apocalíptica (incluyendo la no canónica) está casi enteramente en prosa, excepto una inserción ocasional de poesía, particularmente de himnos (Apoc. 4: 11; 5: 9-10; 11: 17-18; 15: 3-4;18:2-24; 19: 1-2, 6-8).

Estas consideraciones destacan la regla de que para ser debidamente interpretada la literatura apocalíptica, debe ser entendida en términos de su estructura literaria característica y de su énfasis teológico. El centro de su mensaje es el tema del gran conflicto, que enfoca especialmente el fin catastrófico de este mundo y el establecimiento de otro nuevo. Todo esto se presenta en lenguaje eminentemente simbólico, que no siempre permite una exacta interpretación.

Al hablar de las cosas sobrenaturales, el lenguaje literal es a veces completamente inadecuado para presentar las más primorosas realidades del cielo. El lenguaje figurado apocalíptico es en algunos aspectos semejante al de las parábolas, y deben tomarse las mismas precauciones al interpretar ambos.

El Apocalipsis es una "revelación de Jesucristo" en acción para perfeccionar un pueblo en la tierra a fin de que pueda reflejar su carácter inmaculado, y para guiar a su iglesia a través de las vicisitudes de la historia hacia la realización del propósito eterno de Dios. Aquí, en una forma más completa que en cualquiera otra parte de las Sagradas Escrituras, el velo que oculta lo invisible de lo visible se descorre para revelar detrás, encima y entre la trama y urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios.