EL DIOS QUE YO CONOZCO

34.04. 1 JUAN - Tema

El propósito principal de la epístola es pastoral. Juan escribe con amor a sus hijos espirituales para que puedan estar mejor preparados para vivir la vida cristiano. El amor es la nota dominante de la carta. El marco es una exhortación sencilla aunque profundamente espiritual.

"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Juan 4: 8).

"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros" (1 Juan 4: 10-11).

Pero esos elevados temas se proyectan dentro de un marco de oposición, lo que da a la epístola un propósito tanto polémico como pastoral.

Es claro que algunas herejías habían perturbado a la iglesia, y que algunos falsos maestros dentro de ella habían tratado de pervertir la fe:

"Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros" (1 Juan 2: 18-19).

Aunque habían dejado la iglesia, su influencia perduraba y continuamente amenazaba con perjudicarla. Juan escribe para contrarrestar ese peligro, para afianzar a los miembros en las doctrinas cristianas esenciales y para hacer que la verdad sea tan atrayente que los seguidores de Cristo no sean seducidos por el error.

La herejía básica contra la cual lucha Juan ha sido identificada como una especie de protognosticismo, que enseñaba un conocimiento (gnôsis) falso (ver JUAN - Tema; Gnósticos I; II; III; IV; V y VI).

Por el énfasis que se le da en la epístola, parece que la oposición provenía de dos principales formas de gnosticismo: el docetismo y la enseñanza de Cerinto. La herejía de ambos se refería a la naturaleza de Cristo. El docetismo negaba la realidad de la encarnación y enseñaba que Cristo tenía un cuerpo humano sólo en apariencia (ver Los docetistas; Docetismo y gnosticismo).

La segunda herejía se originó en Cerinto, uno de los contemporáneos de Juan, quien se educó en Egipto y luego enseñó en el Asia Menor y propagó enseñanzas judaizantes. Cerinto enseñaba que Jesús había nacido en forma natural de José y María, y Cristo entró en el cuerpo de Jesús en ocasión de su bautismo, pero que se retiró o salió antes de la crucifixión (ver El apóstol Juan; Gnósticos IV).

Los originadores y paladines de esas herejías son gráficamente descritos por Juan como "anticristos" (cap. 2: 18, 22; 4: 3) y "falsos profetas" (cap. 4: 1).

Para combatir esos errores, Juan destaca:

(1) La realidad de la naturaleza humana y visible de Cristo durante la encarnación:

"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1: 1-3).

(2) Que el Salvador vino en la carne:

"En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios" (1 Juan 4: 2) y

(3) Que los creyentes pueden disfrutar de ese verdadero conocimiento como opuesto a la falsa gnosis:

"Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5: 20) .

Estas controversias antiguas tienen un gran significado en nuestro tiempo, pues se sigue cuestionando la divinidad de Cristo. Un estudio de esta epístola encauzará la mente del lector a la verdad de la encarnación y permitirá que capte una elevada visión del Hijo de Dios, quien fue enviado para ser la propiciación por los pecados de todo el mundo.